viernes, 25 de octubre de 2013
Entrevista a Erich Priebke (Julio 2013)
Etiquetas: Entrevista, Holocuento, Nacionalsocialismo, Tiranía Global
Con motivo de su centésimo aniversario el pasado 29 de Julio, el recientemente fallecido (11 de Octubre) ex-capitán de la SS Erich Priebke concedió una entrevista que ha sido difundida tras su deceso por su abogado italiano (y dueño del departamento donde vivía Priebke) Paolo Giachini el mismo 11 de Octubre, a manera de "testamento humano y político". Hay que señalar que el señor Priebke después de la Segunda Guerra Mundial vivió en Bariloche, Argentina, desde donde fue extraditado a Italia en 1995, para ejercer sobre él todo el peso del odio y del resentimiento por el mero hecho de ser un ex-oficial alemán, juzgándoselo por acciones propias de las guerras, cumpliendo hasta el momento de su muerte a los cien años de edad con un arresto domiciliario perpetuo. El sitioadversariometapolitico.wordpress.com ha traducido dicha entrevista, de donde la hemos tomado para a nuestra vez también (afinándola aún más) darle difusión dados los ciertos y sensatos planteamientos que hace Priebke, entrevista cuya versión original en italiano fue publicada el 11 de Octubre por muchísimos sitios italianos (búsquese "intervista rilasciata da Erich Priebke" o "intervista-testamento di Erich Priebke" y aparecerán). Los bochornosos incidentes que han rodeado a su funeral muestran en toda su crudeza el negro veneno que rezuman y respiran todos aquellos que se hacen llamar "anti-fascistas", y que, como obsesos mentales, dicen que no pueden ni olvidar ni perdonar.
Entrevista a Erich Priebke
11 de Octubre de 2013
—Pregunta: Sr. Priebke: hace años declaró que no renegaba de su pasado. A sus cien años de edad ¿sigue pensando lo mismo?.
—Respuesta: Sí.
—P: ¿Qué quiere decir exactamente con eso?
—R: Que elegí ser yo mismo.
—P: Así que aún hoy se siente nacionalsocialista...
—R: La fidelidad al propio pasado es algo que tiene que ver con nuestras convicciones. Se trata de mi forma de ver el mundo, mis ideales, lo que para nosotros los alemanes fue la Weltanschauung y que todavía tiene que ver con el sentido del amor propio y del honor. La política es otra cosa. El nacionalsocialismo ha desaparecido con la derrota y ahora no tendría ninguna oportunidad de regresar.
—P: La visión del mundo de la que usted habla ¿también incluye el anti-judaísmo?.
—R: Si sus preguntas son para ganar conocimiento de la verdad, es necesario abandonar los clichés: Criticar no significa que se desee destruír a alguien. En Alemania, desde principios del siglo XX se criticó abiertamente el comportamiento de los judíos. El hecho de que los judíos habían acumulado en sus manos un inmenso poder económico, y por lo tanto político, al mismo tiempo que representaban una parte muy pequeña de la proporción de la población mundial, se consideraba injusto. Es un hecho que aún hoy en día, si tomamos las mil personas más ricas y poderosas del mundo, debemos señalar que una parte considerable de ellas son judíos, los banqueros o los accionistas de las empresas multinacionales. En Alemania pues, sobre todo después de la derrota de la Primera Guerra Mundial y la injusticia del Tratado de Versalles, la inmigración judía desde Europa del Este había causado algunos verdaderos desastres, con la acumulación de enormes cantidades de capital por parte de los inmigrantes en unos pocos años, mientras que con la República de Weimar la gran mayoría del pueblo alemán vivió en una gran pobreza. En ese clima, los usureros se enriquecieron y la sensación de frustración en contra de los judíos creció.
—P: El que los judíos han practicado la usura, permitida por su religión, mientras que a los cristianos les ha estado prohibida, es una vieja historia. ¿Qué tiene de cierto según usted?
—R: Desde luego, no es un idea mía. Basta leer a Shakespeare o a Dostoievski para entender que problemas similares con los judíos realmente han existido históricamente, desde Venecia a San Petersburgo. Esto absolutamente no quiere decir que los únicos prestamistas usureros fueran los judíos. Hice mía una frase del poeta Ezra Pound: "Entre un usurero judío y un usurero ario no veo ninguna diferencia".
—P: Por todo esto, ¿usted justifica el anti-judaísmo?.
—R: No, mire, esto no quiere decir que entre los judíos no haya gente de bien. Una vez más: anti-judaísmo significa odio, odio indiscriminado. Y yo, incluso en estos últimos años de mi persecución, ya viejo, privado de libertad, siempre he rechazado el odio. Nunca he querido odiar ni siquiera a los que me odiaban. Sólo hablo del derecho a la crítica, y estoy explicando las razones. Y le diré más: debe tenerse en cuenta que, por sus razones religiosas particulares, una gran proporción de judíos se considera superior a todos los demás seres humanos. Se identificaron con el "pueblo elegido de Dios" de la Biblia.
—P: También Hitler habló de la raza aria como superior...
—R: Sí, Hitler también cayó en el equívoco de perseguir esta idea de superioridad. Ésta fue una de las causas de errores sin retorno. Tenga en cuenta, sin embargo, que un cierto racismo era la norma en aquellos años, no sólo a nivel de la mentalidad popular sino también a nivel de los gobiernos e incluso de los sistemas jurídicos.
Los estadounidenses, después de haber deportado a los pueblos de África y de ser Estados esclavistas, siguieron siendo racistas y de hecho discriminaban a los negros. Las primeras definidas leyes raciales de Hitler no restringían los derechos de los judíos más que los de los negros eran limitados en varios Estados de EE.UU. Lo mismo para la población de la India de parte de los ingleses y los franceses, que no se comportaban de manera muy diferente con los súbditos de sus colonias. Por no hablar del tratamiento sufrido por las minorías étnicas en la antigua URSS.
—P: Entonces, ¿cómo fueron empeorando en Alemania las cosas según usted?
—R: El conflicto se fue radicalizando, fue creciendo. Los judíos alemanes, estadounidenses, británicos, el judaísmo mundial, por un lado, contra Alemania, que estaba en el otro. Naturalmente los judíos alemanes se encontraron en una posición cada vez más difícil. La posterior decisión de promulgar leyes muy duras en Alemania hizo la vida muy difícil para los judíos. Luego, en Noviembre de 1938, un judío, un cierto Grynszpan, en protesta contra Alemania, mató en Francia a un consejero de nuestra embajada, Ernst vom Rath. A ello siguió la famosa "Noche de los cristales rotos". Grupos de manifestantes rompieron en todo el Reich las vitrinas de las tiendas de propiedad de los judíos. Desde entonces los judíos fueron considerados sólo y únicamente como enemigos. Hitler, después de haber ganado las elecciones, los instó primero por todos los medios a que se marcharan de Alemania. Posteriormente, en el clima de fuerte sospecha contra los judíos alemanes, causado por la guerra y los boicots y el conflicto abierto con las más importantes organizaciones judías mundiales, se los encerró en campos de concentración, en calidad de enemigos. Por supuesto que para muchas familias, a menudo sin tener ninguna culpa, esto fue desastroso.
—P: La culpa, por lo tanto, de lo que los judíos han sufrido, en su opinión ¿sería de los propios judíos?
—R: La culpa es un poco de todas las partes. También de los Aliados, que desencadenaron la Segunda Guerra Mundial contra Alemania tras la invasión de Polonia, realizada para reclamar un territorio en el que la fuerte presencia alemana era objeto de continuas vejaciones, territorio colocado por el Tratado de Versalles bajo el control del recién nacido Estado polaco. Contra la Rusia de Stalin y su invasión de la parte restante de Polonia nadie movió ni un dedo. De hecho, al final del conflicto, que oficialmente se desencadenó para defender la independencia de Polonia contra los alemanes, a Stalin se le regaló sin contemplaciones toda la Europa del Este, incluyendo Polonia.
—P: Dejando de lado la política, ¿usted defiende las teorías históricas revisionistas?.
—R: No comprendo exactamente lo que se entiende por revisionismo. Si hablamos de los juicios de Nuremberg de 1945, entonces puedo decir que fue una cosa increíble, un gran escenario creado a propósito para deshumanizar frente a la opinión pública mundial al pueblo alemán y a sus líderes. Para ser crueles con los derrotados ahora incapaces de defenderse.
—P: ¿En qué se basa para decir eso?.
—R: ¿Qué se puede decir de un autoproclamado tribunal que juzga sólo los crímenes de los vencidos y no los de los vencedores, donde los vencedores son a la vez fiscal, juez y la parte perjudicada, y donde las definiciones de los crímenes habían sido especialmente creadas después de los presuntos delitos, sólo para condenar de manera retroactiva?. El mismo Presidente estadounidense Kennedy condenó dicho proceso definiéndolo como algo "repugnante", por cuanto "se habían violado los principios de la Constitución de Estados Unidos para castigar a un adversario derrotado".
—P: Si quiere decir que el delito de crímenes contra la Humanidad con el que se condenó en Nuremberg no existía antes de que fuera aplicado por el tribunal internacional, hay que decir, sin embargo, que las acusaciones relacionadas con esos hechos fueron sin duda terribles.
—R: En Nuremberg los alemanes fueron acusados de la masacre de Katyn, y más tarde, en 1990, Gorbachov admitió que habían sido ellos mismos, los acusadores rusos, quienes mataron a veinte mil oficiales polacos con tiros en la nuca en el bosque de Katyn. En 1992, el presidente ruso Yeltsin desveló el documento original que contenía la orden firmada por Stalin.
Los alemanes también fueron acusados de haber hecho jabón con los judíos. Muestras de aquel jabón terminaron en museos de Estados Unidos, Israel y otros países. Sólo en 1990 un profesor de la Universidad de Jerusalén estudió las muestras debiendo finalmente admitir que se trataba de un engaño.
—P: Sí, pero los campos de concentración no son un invento de los jueces de Nuremberg.
—R: Durante aquellos años terribles de la guerra, encerrar en campos de concentración (Lager) a civiles que representaban un peligro para la seguridad nacional era una cosa normal. En la Segunda Guerra Mundial lo hicieron también los rusos y en Estados Unidos. Estos últimos, en particular, con ciudadanos estadounidenses de origen oriental.
—P: En Estados Unidos, sin embargo, en los campos de concentración para la población de etnia japonesa no hubo cámaras de gas.
—R: Como le he dicho, en Nuremberg se inventó una infinidad de acusaciones. Sobre lo de que en los campos de concentración hubo cámaras de gas, aún estamos esperando las pruebas. En los campos, los detenidos trabajaban. Muchos salían del campo para el trabajo y estaban de vuelta en la noche. La necesidad de mano de obra durante la guerra es incompatible con la posibilidad de que, al mismo tiempo, en algún lugar en el campo, hubiera filas de personas que iban a la cámara de gas. La actividad de una cámara de gas es invasiva en el medio ambiente, terriblemente peligrosa incluso fuera de ella, mortal. La idea de enviar a la muerte a millones de personas de esta manera, en el mismo lugar donde otros viven y trabajan sin que se den cuenta de nada es una locura, difícilmente realizable en la práctica.
—P: Pero usted ¿cuándo escuchó por primera vez acerca del plan para exterminar a los judíos y las cámaras de gas?
—R: La primera vez que oí hablar de cosas de ese tipo, la guerra había terminado y yo me encontraba en un campo de concentración inglés, con Walter Rauff. Los dos nos quedamos impactados. Simplemente no podíamos creer hechos tan horribles: cámaras de gas para exterminar a hombres, mujeres y niños. El coronel Rauff y yo hablamos con nuestros colegas durante días. A pesar de que todos formábamos parte de las SS, cada uno a nuestro nivel, con una posición particular dentro del aparato nacionalsocialista, a ninguno de nosotros habían llegado antes a los oídos cosas similares.
Pues vea usted que muchos años más tarde he venido a saber que mi amigo y superior Walter Rauff, que había compartido conmigo algún pedazo de pan duro en el campo de concentración, fue acusado de ser el inventor de unos fantasiosos camiones móviles para gaseamiento. Cosas de ese tipo sólo las pueden pensar aquellos que no han conocido a Walter Rauff.
—P: ¿Y todos los testimonios sobre la existencia de las cámaras de gas?
—R: En los campos nunca se encontraron las cámaras de gas, excepto aquella construída después de la guerra por los estadounidenses en Dachau. Testimonios que se puedan definir como fiables en el plano judicial o histórico sobre las cámaras de gas no hay ninguno, empezando por los de algunos de los últimos comandantes y responsables de los campos, como los del más conocido de los comandantes de Auschwitz, Rudolf Höss. Aparte de las grandes contradicciones de su testimonio, antes de prestar declaración en Nuremberg fue torturado, y después de su testimonio, por orden de los rusos le cerraron la boca ahorcándolo. Para estos "testigos", considerados valiosos por los vencedores, la violencia física y psicológica en caso de que no hubiesen condescendido fue insoportable; también hubo amenazas de venganza contra los miembros de sus familias. Sé por la experiencia personal de mi encarcelamiento y el de mis colegas, de qué manera de parte de los vencedores fueron extraídas las confesiones a los presos en los campos de concentración, quienes a menudo ni siquiera conocían el idioma inglés. Por otro lado, el trato a los prisioneros de los campos rusos de Siberia es bien conocido ahora: tenían que firmar cualquier tipo de confesión que se requiriera, y eso es todo.
—P: ¿Así que para usted esos millones de muertes son una invención?
—R: Yo he conocido personalmente los campos. La última vez que estuve en Mauthausen, en Mayo de 1944, fue para interrogar al hijo de Badoglio, Mario, por órdenes de Himmler. Estuve a lo largo y ancho de ese campo durante dos días. Había grandes cocinas en funcionamiento para los internos, e incluso un burdel para satisfacer sus necesidades. Nada de cámaras de gas.
Desafortunadamente, muchas personas murieron en los campos, pero no por una voluntad asesina. La guerra, las duras condiciones de vida, el hambre, la falta de atención adecuada, a menudo desencadenan desastres. Pero estas tragedias de civiles estaban a la orden del día no sólo en los campos de concentración sino en toda Alemania, sobre todo debido al bombardeo indiscriminado de las ciudades.
—P: ¿Así que usted minimiza la tragedia de los judíos, el "Holocausto"?
—R: No se trata de minimizar; una tragedia es una tragedia. En todo caso se plantea un problema sobre la verdad histórica.
A los ganadores de la Segunda Guerra Mundial les interesaba no tener que ser llamados a rendir cuentas de sus crímenes. Ellos llegaron a arrasar pueblos enteros en Alemania donde no había ni un solo soldado, sólo para matar a mujeres, niños y ancianos y así debilitar la voluntad de combatir del enemigo. Esta suerte también corrieron Hamburgo, Lübeck, Berlín, Dresden y tantas otras ciudades. Se aprovecharon de la superioridad de sus bombarderos para matar a civiles con impunidad y con demencial crueldad. Luego le tocó a la población de Tokio, y finalmente, con las bombas atómicas, a los civiles de Nagasaki e Hiroshima.
Por ello fue necesario inventar crímenes particulares cometidos por Alemania y pregonarlos mucho para presentar a los alemanes como seres malignos y todas las demás tonterías propias de una novela de terror sobre las que Hollywood ha rodado centenares de películas.
Y por cierto, desde entonces el método de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial no ha cambiado mucho: Se dedican a exportar su "democracia" con las llamadas "misiones de paz" en contra de "Estados canallas", describiendo a terroristas que supuestamente han cometido actos siempre monstruosos e indescriptibles. Y así, en la práctica, atacan sobre todo con bombardeos a quienes no quieren someterse. Masacran a militares y civiles que no tienen los medios para defenderse, y al final, tras sus "intervenciones humanitarias" en diferentes países instalan gobiernos títeres que resguardan sus intereses económicos y políticos.
—P: Pero entonces algunas pruebas indiscutibles, como filmaciones y fotografías de los campos de concentración, ¿cómo las explica?.
—R: Esas filmaciones son una prueba más de la falsificación: Vienen casi todas del campo de Bergen-Belsen. Ése era un campo donde las autoridades alemanas enviaban, procedentes de otros campos, a prisioneros que estaban incapacitados para trabajar. También había allí una sala para convalecientes. Eso por sí solo dice mucho de la "voluntad asesina" de los alemanes.
Parece extraño que en tiempo de guerra se hubiera puesto en marcha una estructura para hospedar a aquellos a quienes supuestamente se deseaba gasear. Los bombardeos aliados de 1945 dejaron a ese campo sin alimentos, agua ni medicinas. Se extendió una epidemia de tifus que causó miles de enfermos y muertos. Esas filmaciones se remontan a aquellos hechos, cuando el campo de refugiados de Bergen-Belsen fue devastado por la epidemia, en Abril de 1945, cuando se encontraba ya en manos de los Aliados. Las filmaciones se realizaron específicamente con fines de propaganda por el director británico Hitchcock, el maestro del horror. Es espantoso el cinismo, la falta de sentido de humanidad con la que aún hoy se especula con esas imágenes. Proyectadas por años en las pantallas de televisión, con una angustiante música de fondo, se ha engañado a la opinión pública asociando con despiadada astucia esas terribles escenas a las cámaras de gas, con las que no tenían nada que ver. ¡Una farsa!.
—P: El motivo para difundir esas falsedades según usted ¿sería encubrir los propios crímenes, los de los vencedores?
—R: Al principio fue así. Un guión igual al de Nuremberg fue inventado en Japón con el Juicio de Tokio. En esa ocasión para los ahorcamientos maquinaron otras historias y otros crímenes. Para criminalizar a los japoneses que habían sufrido la bomba atómica se inventaron incluso acusaciones de canibalismo.
—P: ¿Por qué "al principio"?
—R: Porque de allí en adelante la literatura sobre el "Holocausto" ha servido sobre todo al Estado de Israel por dos razones. La primera está muy bien explicada por un escritor judío hijo de deportados, Norman Finkelstein. En su libro "La Industria del Holocausto" explica cómo esta industria ha recaudado, a través de una campaña de reivindicaciones, reparaciones millonarias para las arcas de las instituciones judías y las del Estado de Israel. Finkelstein habla de "un verdadero y auténtico negocio de extorsión". En cuanto al segundo punto, el escritor Sergio Romano, que no es precisamente un revisionista, explica que después de la guerra del Líbano el Estado de Israel se ha dado cuenta de que incrementar y enfatizar la dramaticidad de la "literatura del Holocausto" le traería beneficios en su disputa territorial con los árabes y "una especie de semi-inmunidad diplomática".
—P: En todo el mundo se habla del "Holocausto" como exterminio; ¿usted tiene dudas o lo niega rotundamente?.
—R: Los medios de propaganda de quienes hoy detentan el poder global son inagotables. Mediante una subcultura histórica especialmente creada y difundida por la televisión y el cine, han manipulado las conciencias trabajando sobre las emociones. En particular las nuevas generaciones, empezando desde la escuela, han sido sometidas a un lavado de cerebro y obsesionadas con historias macabras para subyugar la libertad del juicio. Como ya le he dicho, hace casi 70 años que estamos a la espera de pruebas sobre los crímenes de los que se acusa al pueblo alemán. Los historiadores no han encontrado ni un solo documento que se refiera a las cámaras de gas. No hay una sola orden por escrito, un informe o un dictamen de una institución alemana, un reporte de los empleados. Nada de nada.
En ausencia de documentos, los jueces de Nuremberg han dado por descontado que el proyecto titulado "Solución Final de la Cuestión Judía" que se barajaba en el Reich, y que evaluaba la posibilidad territorial de la expulsión de los judíos de Alemania y más tarde de los territorios ocupados, incluído el posible traslado a Madagascar, era un código secreto encubierto que significaba su exterminio. ¡Es absurdo!. En plena guerra, cuando aún éramos victoriosos tanto en África como en Rusia, los judíos, que en un principio simplemente fueron animados a irse del país, fueron luego en 1941 presionados para abandonar autónomamente Alemania. Sólo después de dos años de comenzada la guerra comenzaron las medidas restrictivas de su libertad.
—P: Supongamos que esa evidencia de la que usted habla apareciese. Estoy hablando de un documento firmado por Hitler u otro jerarca . ¿Cuál sería su posición?.
—R: Mi posición es de condena tajante de tales hechos. Todos los actos de violencia indiscriminada contra una comunidad, sin tener en cuenta las responsabilidades individuales efectivas, son inaceptables, absolutamente condenables. Como lo que pasó con los indios americanos, con los kuláks en Rusia, los italianos de Istria, los armenios en Turquía, los prisioneros alemanes en campos de concentración estadounidenses en Alemania y Francia así como en los de Rusia, los primeros abandonados deliberadamente a una muerte segura por el presidente Eisenhower, los segundos por Stalin. Ambos jefes de Estado deliberadamente no respetaron la Convención de Ginebra para ponerle fin a la tragedia. Todos esos episodios, repito, deben ser condenados en términos muy claros, incluyendo las persecuciones hechas por los alemanes contra los judíos, que sin duda las hubo. Pero las reales, no las inventadas por la propaganda.
—P: ¿Admite usted la posibilidad de que estas pruebas, escapadas de una posible destrucción causada por los alemanes al final del conflicto, podrían algún día salir a la luz?
—R: Ya le he dicho que ciertos hechos deben ser condenados en absoluto. Así que si aceptamos la absurda hipótesis de que un día se van a encontrar pruebas de las cámaras de gas, la condena de una cosa tan horrible y de quienes lo hayan ordenado y utilizado para matar, debe ser indiscutible y total. Vea, en este sentido he aprendido que en la vida las sorpresas pueden no terminar nunca. Pero en este caso, sin embargo, creo que puedo descartar aquello con certeza, porque por casi sesenta años los documentos alemanes capturados por los vencedores de la guerra han sido examinados y evaluados por cientos de académicos, así que lo que no ha surgido ya, difícilmente podrá aparecer en el futuro.
Por otra razón creo que es extremadamente improbable, y le voy a explicar por qué: Cuando la guerra ya estaba muy avanzada nuestros adversarios habían comenzado a insinuar sospechas acerca de actividades homicidas en los campos de concentración. Hablo de la declaración inter-Aliada de Diciembre de 1942, en la cual se hablaba genéricamente sobre crímenes bárbaros cometidos por Alemania contra los judíos y se preveía el castigo de los culpables. Luego, a fines de 1943, supe que no se trataba de una propaganda genérica de guerra sino que además nuestros enemigos pensaban fabricar falsas evidencias de estos crímenes. La primera noticia sobre esto la tuvo mi compañero de estudios, un gran amigo, el capitán Paul Reinicke, que pasaba todo el tiempo en contacto directo con el número dos del gobierno alemán, el Mariscal Goering: era el jefe de su escolta. La última vez que lo vi me habló sobre un proyecto de falsificaciones absolutas. Goering estaba furioso por el hecho de que estas falsedades calumniosas serían difundidas ante los ojos de todo el mundo. El propio Goering, antes de suicidarse, rechazó violentamente ante el Tribunal de Nuremberg la producción de pruebas falsificadas.
Otra pista me la dió más tarde el jefe de la policía Ernst Kaltenbrunner, el hombre que había sustituído a Heydrich tras su muerte y que después fue enviado a la horca como consecuencia de la sentencia de Nuremberg.
Lo vi hacia el final de la guerra para referirle la información recogida sobre la traición del rey Vittorio Emanuele. Me aseguró que los futuros vencedores estaban ya trabajando para construír falsas evidencias de crímenes de guerra y otras atrocidades que ellos inventaron sobre los campos de concentración como prueba de la crueldad alemana. Ya estaban poniéndose de acuerdo sobre los detalles de cómo escenificar un juicio especial contra los perdedores.
Sobre todo, sin embargo, me reuní en Agosto de 1944 con el colaborador directo del general Kaltenbrunner, el jefe de la Gestapo general Heinrich Müller. Gracias a él tuve la oportunidad de asistir a un curso para oficiales alumnos. A él le debía mucho, y él me tenía un gran afecto. Había venido a Roma para resolver un problema personal de mi comandante el teniente-coronel Herbert Kappler. En aquellos días, el Quinto Ejército estadounidense estaba a punto de entrar en Cassino, y los rusos avanzaban hacia Alemania. La guerra ya estaba inexorablemente perdida. Esa noche me pidió que lo acompañara al hotel. Dado que había un mínimo de confianza, me atreví a pedirle más detalles sobre el tema. Me dijo que por la actividad de espionaje habían recibido la confirmación de que el enemigo, en espera de la victoria final, estaba tratando de fabricar pruebas de nuestros crímenes para orquestar un espectacular juicio y así criminalizar a Alemania después de la derrota. Tenía información precisa y estaba seriamente preocupado. Sostenía que de esta gente no era posible fiarse porque no tenían sentido del honor y carecían de escrúpulos. Entonces yo era joven y no le di la debida importancia a sus palabras, pero luego las cosas de hecho sucedieron tal como el general Müller me había dicho. ¡Éstos son los hombres, los jerarcas, que según se dice hoy en día organizaron el exterminio de los judíos con cámaras de gas!. Yo lo consideraría ridículo si no se tratase de hechos trágicos.
Por eso, cuando los estadounidenses en 2003 agredieron a Iraq con la excusa de que éste poseía "armas de destrucción masiva", tras un falso juramento del secretario de Estado Powell ante el Consejo de Seguridad de la ONU, precisamente ellos que han sido los únicos en haber empleado esas armas, me dije a mí mismo: ¡nada nuevo!.
—P: Usted, como ciudadano alemán, ¿sabe que algunas leyes en Alemania, Austria, Francia y Suiza castigan con cárcel a quien niegue el "Holocausto"?
—R: Sí, los fuertes poderes mundiales las han impuesto, y pronto también lo harán en Italia. El engaño consiste en hacer creer que, por ejemplo, los que se oponen al colonialismo israelí y al sionismo en Palestina son anti-judíos, y que los que se atreven a criticar a los judíos son siempre anti-judíos, y que quien osa pedir pruebas de la existencia de las cámaras de gas en los campos de concentración es como si aprobara una idea del exterminio de los judíos. Se trata de una falsificación vergonzosa. Precisamente estas leyes demuestran el miedo que hay de que la verdad salga a la superficie. Obviamente existe el temor de que después de la campaña de propaganda basada en emociones, los historiadores se pregunten sobre las evidencias, y los investigadores se den cuenta de las mistificaciones.
Precisamente estas leyes abrirán los ojos a quienes todavía creen en la libertad de pensamiento y en la importancia de la independencia en la investigación histórica.
Por supuesto, puedo ser incriminado por aquello que he dicho, y mi situación podría incluso empeorar más, pero tuve que decirle las cosas como realmente son; el coraje de la sinceridad era un deber hacia mi país, una contribución, al cumplir mis cien años, para la redención y la dignidad de mi pueblo.−
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