El intelectual argentino y director de la revista EL PAMPERO AMERICANO, Profesor Arnaldo Rossi, sitúa la inesperada y desconcertante renuncia de Benedicto XVI al papado dentro de una perspectiva histórica y con una interpretación sedevacantista:
LA DIMISIÓN “PAPAL”: PRECISIONES
Para entender este acontecimiento, preciso es ubicarlo bajo dos premisas fundamentales.
1. En Ciudad de los Césares Nº 7, Santiago, Chile, mayo-junio de 1989, distinguió don Carlos Disandro, (en su nota Bicentenario equívoco) entre ungiro epocal, como la Revolución Francesa conmemorada ese año, y larevolución totalitaria semántica, más nítida en la posterior Revolución Rusa de 1917 y en la “revolución clerical del Vaticano II”, propia de la iglesia romana a partir de los años ’60.
Cada uno de esos giros, con sus inevitables antecedentes, se encamina hacia la revolución totalitaria, pero ésta exige, por sobre todo ello, la eliminación y reinterpretación completa de cualquier semántica religioso-política tradicional subsistente, para instalar sobre sus ruinas un ciclo tan absolutamente nuevo como el del texto bíblico: la creación de nuevo cielo y nueva tierra, culminante en una nueva humanidad con nuevo o nuevos dioses, sometidos ya todos, —cosmos, hombre, Dios— al arbitrio irrestricto de sus neo-creadores, sustitutos de Yahveh. Pero de quienes conducen la revolución totalitaria semántica (servida por el Vaticano y todas sus magistraturas hace ya más de medio siglo), de ellos depende el gobierno mundial que mediante contrapuestos conflictos sacude hoy todas las regiones del mundo y todas las actividades y dimensiones del hombre, mediante los dialécticos embates de la globalizacióno global-invasión. La renuncia en cuestión no puede ponerse entonces, so pretexto de chismes más o menos escandalosos o de conjeturas devotas o ridículas, al margen de una pulsión mundialista destinada a ajustar la destrucción de las naciones: sus historias, tradición, lenguas, pueblos, culturas. Y a la consolidación sinárquica del gobierno planetario ya en operaciones, que cuando sea pública e inequívocamente ostensible dará coronación a la revolución semántica aludida. Fuera de este marco, comúnmente descuidado por el “tradicionalismo” católico, el renunciamiento es ininteligible, sean cuales sean las profecías, los recaudos piadosos o informativos que al respecto se invoquen.
2. Desde el punto de vista estrictamente religioso, la entrega eclesiástica a la revolución semántica fue y es posible en virtud de la apostasía que suprime el vínculo entre Iglesia universal, transhistórica, transcósmica y su manifestación histórica, comunidad jerárquica que, aparentando prolongarla, se convierte al apostatar en farsa sustitutiva. Según la tradición doctrinal culminante en la Bula Cum ex Apostolatus officio de Paulo IV (1559), quienes promuevan o acepten la promoción de herejías hostiles a la Fe, como las del Vaticano II y sus secuelas, cualquiera sea la magistratura o dignidad que eclesiásticamente ejerzan, quedan ipso facto depuestos de ellas y ya no pueden volver a asumirlas ni siquiera en el caso de que públicamente se retracten de la apostasía en que incurrieron. Siendo éste el caso de Ratzinger y las jerarquías eclesiásticas que lo promovieron y acompañan, es obvio que según la doctrinade la Bula él no es ni fue pontífice como tampoco cardenales, obispos, párrocos, ninguno de los que lo eligió, acató o reconoció. En suma, que Ratzinger no renunció a nada y que los supuestamente autorizados a elegir un nuevo pontífice perdieron para siempre cualquier facultad para hacerlo.
Pero en la sedimentación de la apostasía vaticana no fueron los embates transgresores los más eficaces, sino el principio “tradicional” de la obediencia. Por eso en la iglesia apóstata, sirviente de la revolución semántica integral, el supuesto tradicionalismo seguirá teniendo su papel. Hay así “tradicionalistas” que aceptan a Ratzinger como papa legítimo pero no algunas de sus decisiones (como los “lefebvristas”). Y otros (como los de la revista Sodalitium y ciertos monseñores) que lo consideran pontífice en potencia o “materialiter”, especie de semi-papa que arrepentido y sometido a ciertos cambios podría convertirse en papa verdadero. Unos y otros alegan variados desatinos para desconocer vigencia a la Bula y su doctrina y oponerse a ella. Y aunque de estos sectores suelen salir precisiones acerca de si el “papa” o determinados obispos son pedófilos, judíos, mafiosos o modernistas, o de si exhiben más loables devoción y conducta, según la Bula, por intachables, virtuosos o santos que fueran, mejor para ellos, no por eso dejarían de estar depuestos y sus actos tan nulos como las próximas decisiones del Cónclave en ciernes y las de la falsa o las falsas autoridades que allí y posteriormente se elijan.
Sólo atendiendo a la delicada relación entre las dos premisas aquí apenas diseñadas, podrán aventarse las confusiones para sostener la Segunda Guerra de la Independencia Americana y el combate de la Fe con el alertamiento y la entrega necesarios mientras las sombras se oscurecen.
Arnaldo C. Rossi
Buenos Aires, 26 de febrero de 2013
Conviene consultar
1) Iglesia y Pontificado del Dr. Disandro en:
2) la Bula de Paulo IV y las posteriores Precisiones Doctrinales sobre ella del Dr. Disandro en:
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