lunes, 4 de enero de 2021

LO QUE REALMENTE ESTÁ DETRÁS DE LOS ESCAÑOS RESERVADOS.


LO QUE ESTÁ DETRÁS DE LOS ESCAÑOS RESERVADOS.

Petras Banavicius.

2020-12-02.

Después de la Derrota Militar de los Fascismos en 1945 una buena parte del mundo se guió en todas sus estructuras y comportamientos por los esquemas ideológicos de uno de los bandos triunfantes en esa contienda bélica (el marxismo-leninismo en sus diversas versiones) y por su correlato fáctico (el capitalismo de estado de los “socialismos reales”)             - configurando lo que autodenominaban “Democracias Populares- hasta 1990 en que se derrumba la Cortina de Hierro/el Muro de Berlin, permitiendo que reemergieran los pueblos reales con sus aplastadas (pero no exterminadas) identidades culturales.

Paralelamente a lo anterior, otra buena parte del mundo en sus estructuras y comportamientos se guió por los esquemas ideológicos de sus aliados (el democratismo partitocrático) y porsu correlato fáctico (el capitalismo plutocrático) –configurando lo que autodenominaban “Mundo Libre”- imponiéndose hasta hoy día a escala planetaria con el fenómeno de la globalización, tanto en su dimensión tecnológica, con sus nuevas redes de comunicaciones electrónicas, como en su dimensión política, con el mundialismo como único pensamiento correcto.

Esto último en medio de un escenario de conflicto marcado por las tensiones entre dos procesos: por un lado el monocorde proceso de ir sistematizando globalitariamente un capitalismo sin fronteras, sin restricción alguna para la circulación  desregulada del capital, de los bienes materiales y de las personas, por el otro lado el multifacético proceso de la reaparición de múltiples y desvinculados brotes de resistencia identitaria de países y tradiciones.

Las contradicciones internas del sistema liberal global contribuyen a desatar muy distintos tipos de conflictos.

Uno de estos conflictos desatados en el ámbito demoliberal se relaciona con el problema de la representación política de los pueblos, pues una cosa es lo que se dice como enunciado teórico de la representatividad “en democracia” y otra cosa bien distinta es como la representatividad se la ha llevado a la practica en las “democracias representativas”, en “las democracias reales”. Estamos aquí en presencia de otra contradicción entre lo que se dice y lo que se hace, pero también de una contradicción con las mismas soluciones que se plantean para resolver esa contradicción entre teoría y práctica.

 

Esto lo podemos apreciar viendo de qué manera en la práctica se está entendiendo por “pueblo”. El llamado “Mundo Libre” postula e institucionaliza “la democracia representativa”, demonizando como cosa circunscrita a la Antigua Grecia a las formas de democracia directa, pues no entiende al pueblo como una realidad concreta bien determinada etnicamente, historicamente, ecologicamente y geograficamente, sino como una entelequia meramente cuantitativa, esto es, como una simple suma de personas desvinculadas entre sí, desarraigadas de su tierra y alienadas de su historia. ¿Y cómo se traduce politicamente tal entelequia irreal? Pues mediante formas rituales que hacen creible ese mito. En este caso mediante la sacralización del voto: cada cierto tiempo son convocadas las ceremonias electorales, que al cabo de la jornada ritual terminan en un recuento de votos, haciendo acto de fé en el sentido que las mayorías de votos producen como acto de magia la revelación de que se está en presencia de “la voluntad general” del pueblo. Y para cobijar con un manto protector a esa “voluntad general”, las ceremonias electorales son controladas aherrojadamente por una constelación de organizaciones sectarias que compiten y se contienen entre sí, o sea por el arco de todos los partidos políticos.

 

La entretención de estos ritos esconde, entonces, la contradicción entre el mito democrático y la praxis democrática. Pero las entretenciones, a veces, cansan, agotan y explotan. Así como en su momento el sistema de “los socialismos reales” hizo agua y naufragó, el sistema de “las democracias reales” también está haciendo agua por todos lados.

 

La endémica abstención en las elecciones es un síntoma de ello en muchos países: muchísima gente simplemente no vota, o sea, no participa de esa supuesta “voluntad general” y más aún se automargina de esa entelequia irreal que es el pueblo de “las democracias reales”. En Chile y en otros países la abstención electoral ronda el 50% del “electorado”, lo cual daría para pensar  que solamente habría una correlación entre la supuesta voluntad general que emanaría de los resultados electorales con la mitad de las personas habilitadas para votar en un pueblo determinado. La representatividad de gobernantes, parlamentarios y otros dignatarios electos cae entonces por su propio peso.

 

Por su carácter aleatorio las encuestas reflejan mejor lo que se mueve en una sociedad determinada puesto que son encuestados no solamente los que forman parte de la mitad que vota sino que también los que forman parte de la mitad que no vota. Y resulta que en todas las encuestas de opínión aparecen los pólíticos (los partidos y sus dirigencias) como los peor evaluados, los más desprestigiados.

 

En otro orden de cosas, hay quienes quieren parchar el sistema de las “democracias reales” dándoles un reconocimiento “constitucional” a los restos de poblaciones indígenas preexistentes a la formación del estado nacional, al punto que se les quiere canonizar como “pueblos originarios” ofreciendoles una representación política con ese carácter en parlamentos y “asambleas constituyentes”, entrando en contradicción con la mitología democrática en tanto ésta postula el dogma de “una persona, un voto” según el cual todos los ciudadanos valen electoralmente igual, sin distinción de clase alguna.

                                                               

También nos encontramos con procesos en los cuales se van desvirtuando los conceptos dentro de la misma mitología democrática, como es el caso del concepto de diputado: originalmente el diputado era diputado (representante) de la gente de un determinado territorio del país (por ejemplo, de una provincia), pero ahora se habla que se es diputado de un determinado partido político. Enlazando con lo comentado en el parrafo anterior, ahora se está llegando al extremo de postular diputados que representen a determinadas etnias minoritarias del país, preexistentes a la formación de la sociedad nacional: diputados por los mapuches, por los quechuas, por los aymaraes, por los pascuenses…incluso diputaciones fantasmales: diputados por poblaciones totalmente desaparecidas como los yaganes y los changos…e incluso por diputaciones por poblaciones que no existían antes de la formación del pueblo real del país, como los negros eufemisticamente rebautizados como afrodescendientes.

 

Nos encontramos aquí con un cambio cualitativo en el concepto de representatividad existente en la mitología democrática ya que ahora no se trataría de que existe una sola voluntad general sino que existiría una variedad de “voluntades étnicas” que no formarían parte de la general, lo cual desarma la coherencia interna de la dogmática democrática, abriendo una Caja de Pandora pues no se sabe en qué va a terminar. Si determinado grupo indígena o un grupo de negros del Valle de Azapa         -descendientes de tarapaqueños que pasaron de Perú a Chile luego de la Guerra del Pacífico- adquiere una representación política al margen de la voluntad general ¿porqué otras clases de personas incluídas dentro de la sociedad nacional no podrían exigir también su propia representatividad? Lo podrían pretender los evangélicos o los jovenes o las mujeres o los descendientes de italianos, de alemanes o de palestinos o…los medicos, los profesores, los ingenieros, los campesinos, los pescadores, los mineros…o los militares y los policías.

Llegados aquí ¿con qué nos estamos encontrando? Con un concepto que fue estigmatizado despues de 1945: el de la representación funcional o gremial o corporativa u orgánica. Si se da representación política a una parte de la diversidad existente al interior de  la sociedad, más temprano que tarde las otras partes de la sociedad también lo pretenderán.